En nuestro último día en Francia, teníamos la opción de quedarnos en Saint Nazaire, desde donde salía nuestro ferry a las 23.59 h o acercarnos hasta la ciudad de Nantes.
Esta ciudad es conocida por ser dónde nació Julio Verne, un visionario que anticipó en sus novelas las conquistas de la aeronaútica y de las ciencias modernas. Desde 1972 es la capital del Pays de la Loire y del departamento de Loire-Atlantique, aunque ha estado históricamente ligada a la Bretaña.
Lo primero que vimos de esta ciudad fue el Castillo de los Duques de Bretaña, ya que era la atracción turística que teníamos más cerca de nuestro aparcamiento en el Palacio de Congresos. La entrada al recinto es gratuita, si bien hay un museo (sobre la historia de la ciudad) por el que tienes que pagar. Construido a finales del s. XV por Francisco II, último duque de Bretaña y más adelante por su hija Ana de Bretaña, duquesa y dos veces reina de Francia, el castillo es una fortaleza que alberga un palacio residencial. El edificio, que se convirtió en castillo real y residencia para los gobernadores a partir del s. XVI, también se emplearía en los siglos siguientes como prisión, cuartel y arsenal.
Nos llamó mucho la atención la gran cantidad de oficinas de turismo que hay para lo pequeña que es la ciudad. Nosotros fuimos a una que está justo enfrente de la entrada del Castillo y salimos encantados. Es un sitio enorme con varias mesas, sillas, sofás……Cogimos un plano de la ciudad y nos sentamos en unos de esos sofás para situarnos y estudiar la ruta a seguir, cuando una de las chicas se nos acercó, nos preguntó de dónde eramos y nos dijo que iba a localizar a un compañero que hablaba español. Nos trataron genial, nos facilitaron muchísima información y hasta hablamos de la situación del Depor y del Nantes, jeje. Un 10 para ellos!!
A mi, como buena golosa, me habría gustado ir a la Torre Lu, que a parte de ser un punto panorámico, te relata, a través de un vídeo, la historia de la fábrica de galletas.
Desde la oficina de Turismo, nos dirigimos hacia la Catedral Saint Pierre – Saint Paul, que se empezó a construír en 1434 y no se terminó hasta 1893.Tras un incendio ocurrido en 1972 se restauró, devolviéndole todo su esplandor.
Deambulamos por su calle hasta llegar al Teatro Graslin, del que no pudimos ver ni una sola piedra por estar en obras y entramos en un centro comercial, el Passage Pommerate, creado en 1843 y que ha entrado intacto en el s.XXI Se asienta sobre un gran desnivel, lo que obligó a desarrollar en tres alturas una monumental escalera con gran ornamentación y flanqueada por tiendas.
Tras un breve paseo por el casco antiguo, cruzamos a la Isla de Nantes o Isla de las Máquinas. Con 5 km2 y en el medio del río Loira, separa el norte y el sur de la ciudad. Desde hace 10 años sufre cambios constantes . Antiguamente era un zona donde pastaba el ganado, posteriormente una zona industrial de jaboneras, astilleros y empresa de comercio marítimo … La isla es, en definitiva, una mezcla de de áreas residenciales, con servicios y comercios, áreas para el paseo, patrimonio industrial, marítimo y portuario, pasado obrero y arquitectura contemporánea.
En los hangares se construyen máquinas al puro estilo Julio Verne, en el que destaca un elefante de 12 metros de altura en el que podrás dar un corto y lentísimo paseo (entre 1 a 3 km/h) por el «módico» precio de 7 euros. Este «bicho» pesa 48,4 toneladas, entre acero y madera. Tiene una carcasa metálica irrigada por 2000 litros de aceito hidráulico, un motor de 450 caballos y se acciona por medio de 54 elevadores, 38 de ellos hidráulicos, 6 neumáticos y 10 a gas.
También existe una garza con una envergadura de 8 metros que transporta cuatro pasajeros y que sobrevuela la gran maqueta del árbol de las garzas. En el precio del elefante está incluido el acceso a una de sus 22 ramas.
Si quieres ver cómo trabajan los constructores de las Máquinas, lo podrás hacer desde las terrazas de 7,5 m de altura.
Nosotros estuvimos en mayo, pero en julio estaba prevista la apertura del Carrusel de los Mundos Marinos, de 25 m de altura y 20 m de diámetro que descubrirá a sus visitantes desde los fondos marinos hasta la superficie del océano.
En definitiva, una ciudad pequeña pero con mucho encanto y que, seguramente, habríamos disfrutado si no hubiésemos estado cerca de los 35º aquel día. Qué bochorno!! Ahora comprenderéis, porqué los chavales se ponían delante del elefante para ser refrescados, jeje.
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